Por Antonio Palmero
Antonio Palmero, profesor de nuestro colegio, nos cuenta su experiencia vivida como voluntario en Tijuana (Méjico) durante estas pasadas navidades
Meses atrás, durante la festividad de Pentecostés y haciendo alusión a la Jornada Misionera Mundial que iba a acontecer, el Papa Francisco nos invitó a reflexionar sobre la misión en el corazón de la fe cristina. De igual forma, citó al Papa emérito Benedicto XVI recordando un fragmento de su carta Encíclica Deus Caritas est “ no se comienza a ser cristiano por una decisión ética o una gran idea, sino por el encuentro con un acontecimiento, con una Persona, que da un nuevo horizonte a la vida y, con ello, una orientación decisiva”.
De estos encuentros se forjan espiritualidades tan especiales como los Monjes Cartujos, que profesan una vida de contemplación. Las Hermanas de la Cruz y su incansable ayuda a pobres y enfermos. Los Salesianos que entregan su vida a la educación de los jóvenes más necesitados etc…
Podemos llegar a pensar, y no sería algo utópico que estos acontecimientos solo suceden en la teoría, y no en la práctica, siendo ello un gran error. Ambos conceptos van unidos de forma inherente por medio de la fe. No hay que ser un Santo como San Bruno, Don Bosco o la propia Santa Ángela de la Cruz para realizar buenas acciones o predicar el Evangelio en cualquier parte del mundo. En esta línea de Evangelizar encontramos las misiones, y dentro de ellas a los voluntarios.
Referente al voluntariado, he tenido la gran suerte de poder vivirlo de cerca hasta en dos ocasiones, ambas en México, siendo la última de ellas estas pasadas navidades. En Tijuana, sobre la Avenida Internacional a un lado de la canalización del rio y a unos metros de la valla que divide a México de Estados Unidos, se encuentra un edificio amarillo de tres plantas, es ahí donde queda emplazado el “Desayunador Salesiano Padre Chava”.
Fundado en 1999 por el Salesiano D. Salvador Romo y la Sra. Margarita Andonaegui, el desayunador nació con la intención de ofrecer comida caliente en invierno a personas sin hogar que habían sido deportadas de E.E.U.U, que estuvieran en tránsito para cruzar “al otro lado” (como se refieren los mexicanos a USA) o que tuvieran la intención de regresar a sus lugares de origen. La misión se extendió con el tiempo a todos quienes estuvieran en situación de calle temporal, indigentes y adictos, además de los deportados.
El primer desayuno se sirvió a 17 personas el 31 de enero de 1999 celebrando la fiesta de San Juan Bosco, el Santo de los jóvenes desprotegidos. Actualmente se sirven alrededor de 1,200 desayunos de lunes a domingos de 08.00 a 10:30 de la mañana. Además de la comida, el usuario puede elegir tres de los múltiples servicios que el Desayunador proporciona cada mañana, entre los que encontramos servicio médico, llamadas telefónicas, ducha caliente, ropa limpia, corte de pelo y psicólogo.
A nivel personal y tras finalizar esta segunda estancia en el Desayunador, la sensación con la que me voy es la misma que la primera vez, y esta no es otra que en el voluntariado siempre se termina recibiendo más de lo que uno da.
Galería de fotos: