Gracias al programa Erasmus+ y al trabajo que se ha realizado desde el colegio Salesiano San Bartolomé de Málaga, nuestro alumnado ha tenido la oportunidad de participar en un intercambio con el Istituto Salesiano Sacro Cuore de Nápoles. En los últimos dos años se han estado realizando actividades en formato virtual dando a conocer distintos aspectos culturales y lingüísticos de ambos países. Sin embargo, finalmente conseguimos materializar nuestras propuestas y lanzarnos a una nueva aventura.
Diez alumnos, dos profesoras y un destino. Los ingredientes perfectos para empaparnos de todo cuanto la vida tiene que ofrecernos, para crecer mirando al otro y también a nosotros mismos. Para darnos cuenta y acabar con la certeza de que todos los centros salesianos nos movemos bajo un mismo espíritu y carisma que nos hace partícipes de una relación especial entre educadores y alumnado. Las risas fueron parte fundamental durante todo el viaje, de esas que te hacen olvidar cualquier otra preocupación y nos recuerdan el sentido de nuestra propia existencia. Ya lo decía Don Bosco «Estad siempre alegres».
En el alojamiento convivimos con personas de distintas nacionalidades con las que rápidamente nos animamos a disfrutar de la música, conversaciones en otros idiomas y momentos que ya forman parte de nuestra mochila de la vida. Hemos visitado puntos de verdadero interés cultural como la Costa Amalfitana y Pompeya, impregnándonos de la esencia de antiguas civilizaciones, entendiendo que lo que somos también es consecuencia de lo que fuimos. Enseguida empezaron los encuentros con los alumnos del Istituto Salesiano Sacro Cuore de Nápoles con quienes descubrimos Nápoles de los Borbones, conocimos la Nápoles subterránea y degustamos la verdadera pizza napolitana. También participamos con ellos en intercambios lingüísticos de español e italiano, utilizando el inglés como lengua franca en otros momentos. Realizamos distintos juegos, nos dieron a probar los platos más típicos y, sobre todo, creamos verdaderos vínculos. No deja de sorprendernos la facilidad de los más jóvenes para integrarse, para olvidar todo aquello que los separa y buscar aquello que los une, que los identifica y que sirve como nexo entre ellos.
Estas propuestas han sido fuente de motivación e inspiración y, sobre todo, de aprendizaje que va mucho más allá de lo estrictamente formal y enlaza razón, religión y amor. En los ojos cansados pero alegres de todos los que hemos participado en este intercambio, en las anécdotas infinitas que nos acompañan, en esas ganas de más y en la esperanza de volver, encontramos la prueba irrefutable de la felicidad del encuentro en el otro y en nosotros mismos.