El «enfermero santo», como era conocido, dedicó cuarenta años de su vida al servicio de los enfermos, especialmente los más pobres, en Viedma (Argentina). En ellos veía al mismo Jesús y con dedicación, cariño y dulzura se desvivía por ellos.
Artémides Zatti nació en Boretto (Regio Emilia, Italia) el 12 de octubre de 1880. Su familia, empujada por la pobreza, emigró a la Argentina en 1897 y se estableció en Bahía Blanca. Allí Artémides comenzó a frecuentar la parroquia dirigida por los Salesianos de Don Bosco, religiosos católicos dedicados a la educación y evangelización de la juventud más pobre y abandonada.
A los 20 años ingresó como seminarista en la casa de formación de los salesianos en la localidad de Bernal, Buenos Aires. Allí le fue confiado el cuidado de un joven sacerdote tuberculoso. Artémides contrajo también la enfermedad. En 1902 fue enviado al hospital de San José, en Viedma. Allí fue acompañado por el sacerdote salesiano y médico Evasio Garrone. Junto a él, pide y obtiene de María Auxiliadora la gracia de la curación con la promesa de dedicar toda su vida al cuidado de los enfermos.
En 1908, habiendo recuperado la salud, es admitido a ingresar en la Congregación Salesiana como hermano coadjutor. Comienza a ocuparse de la farmacia anexa al hospital, la única del pueblo. Tras la muerte del padre Garrone en 1911, queda completamente a cargo del hospital, dirigiendo su ampliación para transformarlo en el primer hospital de la Patagonia argentina.
Sus días comenzaban temprano:
“A las 4.30, levantarse. Meditación y Santa Misa. Visita a todos los pabellones. Después, en bicicleta, visita a los enfermos esparcidos por la ciudad. Después de la comida, entusiasta partida de bolos con los convalecientes. Desde las 14 a las 18, nueva visita a los enfermos internos y externos del hospital. Hasta las 20 trabajaba en la farmacia. Otra visita a los pabellones. Hasta las 23, estudio y lecturas ascéticas. Luego, descanso en permanente disponibilidad a cualquier llamada”.
En 1914 opta por la ciudadanía argentina.
En 1917 obtiene en la Universidad de La Plata el título de “Idóneo en Farmacia”, y posteriormente el de Farmacéutico. Don Zatti dedicará cuarenta años de vida consagrada al servicio de los enfermos de la zona de Viedma y Carmen de Patagones, especialmente los más pobres. En 1950, Zatti se cae de una escalera y es obligado al reposo. Después de unos meses se manifestaron los síntomas de un cáncer. Murió el 15 de marzo de 1951.
Fiel al espíritu de Don Bosco, desarrolló una actividad incansable durante toda su vida, con excepción de los cinco días que pasó en la cárcel… por haber recibido en el hospital a un preso, que luego se fugó. Pero, sobre todo, fue un hombre de Dios. Uno de los médicos del hospital dijo: “Creo en Dios desde que conozco al señor Zatti”.
Su fama de “enfermero santo” se extendió rápidamente y el templo de la obra salesiana de Viedma, donde reposan sus restos, se convirtió en lugar en lugar de veneración popular.
Cinco años después de su muerte, el pueblo de Viedma le dedicó un monumento. Y en 1975, la comunidad cambia el nombre del hospital regional por “Artémides Zatti”.
En 1977 los obispos de Argentina solicitan al Papa el inicio del proceso para declararlo santo. El 14 de abril de 2002, el papa Juan Pablo II lo declara beato de la Iglesia católica.
El Rector Mayor, en un mensaje escrito el pasado mes de mayo, trazaba los rasgos principales de este salesiano laico y comentaba la relación del papa Francisco con Zatti. Escribe el Rector Mayor:
El mismo papa Francisco experimentó la intercesión eficaz de Zatti, acerca de la vocación del laico consagrado, cuando era provincial de los jesuitas en Argentina. En una carta escribe: “En 1976, durante una visita canónica a los misioneros jesuitas del norte de Argentina, me detuve en algunos días en el arzobispado de Salta. Allí, entre un discurso y otro, al final de las comidas, el Arzobispo Pérez me habló de la vida del señor Zatti. Tuve incluso la oportunidad de leer el libro de su vida. Me impresionó el hecho de que fuera un coadjutor a todos los efectos. En aquel momento sentí que tenía que pedir al Señor, por intercesión del señor Zatti, que nos enviara vocaciones como coadjutores. Hice la novena, y pedí hacerla a las novicias”. Después continúa: ”Desde que iniciamos nuestras oraciones al señor Zatti, entraron en el instituto 23 Jóvenes hermanos Jesuitas que perseveran. Estoy convencido de su intercesión para este problema porque, considerando el número, es un caso raro en nuestra Orden. Repito que estoy convencido de su intercesión, porque sé cuánto le hemos rezado como intercesor”.